Tales silencios en el debate de un caso...

Ya dijo el profesor Ellet: La incomodidad es inevitable cuando trabajamos con casos. ¿Por qué tiene razón? Porque es un momento en el que nos exponemos frente a un grupo, ya sea de enseñanza presencial o a distancia.

Es para pocos la sensación de que la exposición no genera molestias. Tenemos miedo de los comentarios, del juicio, de nuestro acento, de nuestras ideas incompletas, de nuestro punto de vista que pueda ser refutado. Como dice el profesor en su libro (ELLET, 2007), al final, tenemos miedo de parecer "tontos". Esta combinación de factores puede llevar a un ambiente en el que nadie participa, en el que reina el silencio.

Una de las mayores molestias en un aula, al menos desde el punto de vista del profesor que trabaja con los casos, se llama silencio.

El silencio, que vale oro para el momento de la clase expositiva más tradicional, aterroriza a quienes proponen un debate. El silencio ante las provocaciones de un caso provoca un vacío incómodo, un abismo.

Imaginemos la escena: la profesora trae el contexto del caso, revela las preguntas que le parecieron sugerentes, abre la palabra a la clase. Y ninguna mano se levanta. No se abre ninguna cámara, no se activa ningún micrófono (para los que están en clases remotas, saben de lo que estoy hablando). Nadie quiere aportar, aportar un elemento de su reflexión. Nadie. Un profundo silencio se apodera de la habitación.

¿Qué hacer ante este malestar?

La primera reacción del maestro es llenar el vacío de inmediato y seguir hablando. Rellenando todos los espacios en nombre de aquellos participantes que no quieren correr el riesgo. Es la solución más predecible y debe usarse con extrema parsimonia.

Otra posible reacción es seguir adelante y presentar su propio análisis del caso. Una salida que no construye conocimiento de manera colectiva, solo se sigue con la responsabilidad de un profesor expositor.

Otra posibilidad es llamar a alguien del grupo, nominalmente, para comenzar la difícil tarea de ser el primero en hablar. Tal vez uno, o dos, tal vez tres hasta que tengas un ambiente en el que la gente proponga hablar voluntariamente. Romper la inercia puede marcar la diferencia en los grupos y sus efectos de manada (que actualmente se aplican a los estudiantes que no encienden sus cámaras porque otros no lo hacen).

Una posibilidad más es reformular la pregunta, aportar algún elemento nuevo para provocar la interacción. Un punto que genere divergencias más claras puede hacer que surja una opinión. Pedir una opinión en contra y otra a favor puede ayudar a iniciar el debate. Una pregunta que promueve una división más clara entre las opiniones y luego se basa en la posibilidad de interpretaciones.

Todavía hay una opción, que utilizo a menudo, que es promover lo que llamamos Rol - Es decir, invitar a alguien a ponerse en la piel de un personaje del caso y decir su opinión como si estuviera interpretando un papel. Esta solución puede aumentar la creatividad y ayudar a "romper el hielo".

Por último, otra posibilidad, y que considero difícil, aunque sabia, es la siguiente: contar hasta 10.

A veces, esperar a que la incomodidad llegue a los participantes es también compartir la responsabilidad. Es recordar que solo una parte de ese momento depende del maestro. Hay una corresponsabilidad que no se puede borrar, ni siquiera con el silencio.